Seguro que ya se te vino a la mente alguien. Son esas personas que se pasan la vida criticando y viendo qué hacen los otros; que son envidiosas y pareciera que les incomodara hasta la felicidad de los demás. Quizá no te has dado cuenta y esa personita seas tú, todo el día refunfuñando y criticando. A ver, dime ¿cuántas veces al día te has atrapado haciéndolo?
Lo cierto es que todos hemos caído en esas prácticas destructivas alguna vez; sino por qué tienen tanto éxito los programas de tv que critican a los artistas y figuras públicas.
Pueden ser muchos los motivos por los que las personas se la viven molestas y criticando todo el día a los demás; pero por lo general detrás de una persona que se pasa la vida criticando y molestándose por todo, está un gran enojo; quizá por estar lleno de estrés, o porque las cosas en el trabajo o en la relación de pareja no van nada bien.
También puede deberse a un sentimiento de inferioridad. Estas personas tienden a criticar al resto del mundo porque les ayuda a sentirse mejor y subir “falsamente” un poco su pobre autoestima, considerándose superiores a los demás, aunque sea por un instante.
La frustración también es parte de estas personas, llevándolas a la agresión; por lo general se sienten a disgusto consigo mismas y las críticas que hacen de los demás suelen ser aspectos relacionados con ellas mismas y que rechazan en algún grado.
Es verdad que las cosas no siempre son como nos gustaría y por eso puede que nos molesten, pero cuando esta molestia se convierte parte del día a día, suele ser desgastador, generando un ambiente tóxico a nuestro alrededor.
Si conoces a alguien que hasta lo que no come le hace daño, lo mejor que puedes hacer es no entrar en su juego, mantente al margen con sus comentarios y así no te meterás en conflicto con otras personas, ni dejarás que envenene tu salud emocional.
Y si te has cachado siendo tú esa persona que “hasta lo que no comes te hace daño”, entonces el primer paso para cambiar es trabajar tu tolerancia. Recuerda que cada uno de nosotros tenemos nuestras propias creencias y lo que nosotros consideramos lo más apropiado, no siempre es lo mejor para los demás; así que hay que aceptar que los otros no siempre van actuar, vestir o hablar como a nosotros nos gustaría.
Se consciente de tus pensamientos y emociones. Quizá sirva preguntarte ¿qué es lo que me está generando este malestar? ¿para qué me sirve molestarme por esto? Y antes de pronunciar alguna palabra para criticar a otro, pregúntate: lo que voy a decir ¿es útil? ¿es benévolo? ¿es amable?
Por último y de gran importancia también, es necesario comenzar a trabajar tu autoestima y autoconfianza.